Unidad y Fraternidad

martes, 17 de noviembre de 2009
H.P. Blavatsky escribe en varias partes de La Doctrina Secreta sobre “la unidad de todas las cosas en la Naturaleza, en su esencia primordial,” y también sobre “la unidad de substancia en el plano más elevado.” Sin embargo, esta unidad subyacente es muy difícil de captar ni siquiera como concepto.

El universo consiste en innumerables cosas tan desiguales, de vida, materia y conciencia en diferentes grados y formas; de objetos y entidades totalmente diferentes entre si. ¿Qué puede ser esa substancia o energía que a la vez que posee una naturaleza de unidad da origen a esa diversidad?

Podemos aceptar la verdad de esta unidad como un postulado que explica muchas cosas, y no obstante, ser para nosotros una abstracción más metafísica que real, sin relación inmediata con nuestras vidas. Se vuelve real, sin embargo, cuando se traduce en la unidad de toda vida, en cualquier forma, ya sea planta, animal u hombre. Pero aún así, esta unidad, que muchos científicos aceptarán como deducible de sus observaciones, no cambiará por si sola el carácter de nuestras vidas, ni nos llevará a comprender la índole real de la vida y de otros hombres si la sostenemos meramente como una doctrina o concepto.

La naturaleza de la unidad subyacente solamente puede realizarse como un hecho indiscutible, con base a una conciencia desprevenida, no teñida ni endurecida por influencias externas.

Esta realización es posible solamente en la etapa humana y no en las conciencias menos evolucionadas de otras formas de vida, por preciosa que sea la vida en ellas también y sean cuales sean las cualidades que ellas manifiesten.

Toda forma de vida es consciente de alguna manera y en algún grado. Pero sólo en la etapa humana existe la posibilidad de investigar la naturaleza de la conciencia de uno mismo, yendo más allá de las modificaciones que tienen lugar en ella por los impactos del mundo exterior, y más allá también de las limitaciones propias de cualquier forma de vida. El intento de hacer esto es lo que realmente constituye Yoga. Es posible realizar en las profundidades de la conciencia humana que la vida es una energía universal perenne, que está latente o activa, y que esta energía y la conciencia que la acompaña constituyen la realidad detrás de todas las cosas existentes.

Hablamos de unidad, pero también existen las diferencias, y son éstas las que parecen prevalecer en nuestras vidas.

No podemos anular esas diferencias que existen en la Naturaleza como parte del esquema general. La evolución sigue su curso por líneas muy diversas y desarrolla diferencias en muchísimos puntos a lo largo de su camino. Tenemos que aceptar estas diferencias que existen al unísono con la unidad fundamental y que demuestran la riqueza de la vida.

Pero hay otras diferencias que parecen contrarias al curso de la Naturaleza, indicando que algo se ha torcido en alguna parte. En el hilo de la vida existen nudos y enredos que hay que deshacer y enderezar; y esto requiere comprensión. Por ejemplo, nos tropezamos con un hombre cuyas opiniones y creencias sobre cuestiones vitales e importantes hieren nuestra sensibilidad, y cuya conducta y carácter nos resultan repulsivos.

¿Cómo sentir nuestro parentesco con él? Hay que ir detrás de la fachada o frente que él presenta hasta aquella característica fundamental del hombre que, a pesar de que la ha moldeado de cierta manera particular, todavía tiene que persistir en lo profundo de él como en los demás seres humanos. Cuando vamos detrás de la fachada, llegamos a esa característica común a todos los hombres y mujeres de la raza, nacionalidad o color que sean, cuya característica, en su estado no modificado podemos llamar “calidad humana.” Los diferentes colores que presenta son partes de un espectro que es inherente a la naturaleza misma de la vida y de la conciencia, y que responden a su propio modo a la naturaleza del mundo circundante, experimentando sensaciones de placer y dolor, y desarrollando atracciones y repulsiones.

Sin embargo, el hombre posee una naturaleza que se presta a toda una gama de reacciones, y presenta capacidades a nivel mental y emocional que no encontramos en otras formas de vida. Posee una naturaleza singularmente dúctil, con una extraordinaria capacidad vibratoria activada por los impulsos de la voluntad y del deseo. De este modo es capaz de sentir felicidad y dolor, esperanzas y temores, de amor y de todo lo demás, de maneras diversas y en intensidades diferentes.

Esta humanidad es un aspecto de la conciencia, y esta conciencia pertenece a la Vida, a la energía universal cuya naturaleza apenas se muestra parcialmente en las formas de materia física.

El hombre posee la capacidad de experimentar el extraordinario encanto y belleza que se manifiesta en tantísimas cosas de la Naturaleza, y que uno percibe momentáneamente en el objeto de su amor o devoción cuando su sensibilidad se eleva y se exalta.

A veces resulta más difícil amar a un ser humano que a las criaturas virginales de la Naturaleza, debido a las distorsiones a las que se presta el hombre, mientras que ellas son tal como la Naturaleza las ha hecho y presentan la bondad innata de la vida, cada una a su manera y grado. Pero en la característica fundamental de su “calidad humana,” el hombre también es amable. Hasta un criminal endurecido, con un exterior tosco, cuando ha pasado por muchas vicisitudes y muestra lo que ha experimentado en aquella naturaleza suya que comparte con todos los demás hombres, puede evocar en nosotros la compasión y la comprensión más profundas. No es necesario aprobar sus delitos o sus motivos para sentir esa compasión.

La capacidad para responder a todas las demás formas de vida con nuestra propia característica interna, es la que hace que nuestro parentesco con ellas sea un hecho experimentado y también nos hace darnos cuenta de esa Fraternidad de la humanidad que es el Primer Objetivo de la Sociedad Teosófica. La Fraternidad existe en esa característica interna, tanto si está totalmente desarrollada como si lo está parcialmente; es aquella naturaleza que existe lado a lado con todas las diferencias superficiales debidas a que esa misma naturaleza es modificable de muchas y muy diversas maneras.

Este primer Objetivo o ideal de la Fraternidad Universal es el distintivo de nuestra Sociedad. Los otros objetivos, “estudiar, investigar, etc.” son secundarios, y a menos que se les oriente rectamente no pueden proporcionarle a la Sociedad el carácter especial que proclama el adjetivo “Teosófica.”

Se ha dicho que la Fraternidad Universal de la Humanidad parecía una idea remota sin ninguna medida sobresaliente en el mundo en general cuando se inició la Sociedad, pero que puesto que ahora es una idea conocida y aceptada, por lo menos académicamente, por un gran número de personas, la Sociedad debería ir más allá y proclamar su objetivo como “la unidad de toda vida.” El argumento en contra es que la Fraternidad tiene una connotación práctica para
la mayoría de las mentalidades. Todo el mundo conoce el significado de esta relación de fraternidad por experiencia personal; por esta razón para cada uno tiene una determinada realidad, mientras que “la unidad de la vida,” aunque se crea en ella, no pasa de ser algo abstracto y doctrinal. La Fraternidad Universal de la humanidad está lejos de ser aceptada por todo el mundo hasta hoy. En la práctica, se la niega en lugares donde en base a una superioridad racial, comunal o de casta, todo un sector de gente es mantenido bajo insuficiencias que los que se auto-califican como superiores no tolerarían para ellos mismos, o bien cuando en nombre de la política de Estado, nadie, excepto los que se someten a la ideología del mismo o del partido, puede reclamar ningún derecho como ciudadano o ni siquiera como ser humano.

De vez en cuando alguien sugiere que en lugar de Fraternidad, que suena a tibio y común, se utilice la palabra “amor.” Pero el significado de la palabra “amor” es distinto para las personas.

El amor es una emoción o un estado tan subjetivo que fácilmente puede confundirse con sentimentalismo y emoción, y puede tomarse como un mero goce emocional.

Sea cual sea la palabra que se utilice, amor, unidad o Fraternidad, su fuerza y su valor dependen de lo que realmente signifique para cada uno. La Fraternidad de la humanidad tiene más o menos el mismo significado para la mayoría.

Se convierte en una idea tibia y común sólo cuando no se transfiere a la vida.

La fraternidad es una relación entre dos individuos, cada uno de los cuales es una expresión de esa vida que existe universalmente y que en la etapa humana empieza a desarrollar algunas de sus características hasta entonces ocultas y extraordinarias. La profundidad, el color y la belleza que puedan existir en cualquier relación humana, todas ellas son cualidades inherentes a la Vida, y pueden penetrar en el espíritu de nuestras relaciones con toda la vida y con toda la humanidad. De este modo la Fraternidad puede tener un significado mucho más profundo y bello que el que tal vez habíamos percibido primero en esa palabra.

N. Sri Ram (The Theosophist, junio 1972)

1 comentarios:

-GS- dijo...

Hola soy Gabriela de la sociedad teosofica de Quito.
Es muy chevere encontrar mas gente que publique en Internet lo q la sociedad hace y a lo q se dedica.
Esta es nuestra página web: http://webs.sociedadteosoficaquito.com

Los saludos mas fraternos! Desde la mitad del mundo :)